Las personas han tenido la necesidad de dejar una huella por siglos. Es una de las necesidades más humanas, más profundas y más simples. Muchas veces esto se asocia a la grandeza, o al éxito. Entonces empieza el problema: transformamos esta necesidad en un mandato que puede llegar a pesar toneladas. Y este peso solo logra que dejemos de disfrutar el proceso. ¿De qué nos sirve entonces?

 

Me parece que una de las formas más bonitas y puras de apropiarnos de este sentimiento es crear.

Porque crear, es siempre dejar una huella.

Y una persona creando, es siempre alguien apropiándose de su necesidad de dejar una huella.

 

Cuando lo vemos así, nuestras concepciones del arte empiezan a desarmarse. Hemos escuchado demasiadas veces que a artistas sólo llegan unos pocos. Al parecer hace falta una casi épica mezcla entre talento y suerte. Pero el arte, no sólo cumple su función como objeto terminado. No sólo es para mostrarla a otros, para dejar que esos otros la validen.

 

El arte también puede ser para uno mismo. Para dejar que nos transforme. Esa, es la clase de experiencia que Cuatro Lunas busca ser. Un espacio para crear. Para distendernos, para volver a jugar un ratito como cuando éramos niños. Explorando distintos materiales, dejándonos llevar con cada nueva técnica.

 

Decorar nuestros hogares para dejar una huella ahí, donde pasamos la mayor parte del

tiempo. Apropiarnos de ese entorno, para sentirnos parte del espacio que habitamos. Y que el proceso, sea una fiesta.